
Pasaba de la medianoche cuando el escrutinio terminó. Los votos válidos no llegaban al veinticinco por ciento, distribuidos entre el partido de la derecha, trece por ciento, partido del medio, nueve por ciento, y partido de la izquierda, dos y medio por ciento. Poquísimos los votos nulos, poquísimas las abstenciones. Todos los otros, más del setenta por ciento de la totalidad, estaban en blanco
José Saramago en
Ensayo sobre la lucidez imagina unas hipotéticas elecciones municipales, un día lluvioso, en una ciudad cualquiera, sin nombre alguno, en la que un 70% de aquellos que tienen derecho a voto deciden de un modo individual e independiente votar en blanco. Se decide repetir las elecciones una semana después con parecido resultado, aumentando incluso el voto en blanco hasta un 83%. El poder, nervioso, pone a trabajar inmediatamente a sus cloacas. No se buscan las causas, se buscan culpables. Y si no se encuentran, se inventan. Todos son sospechosos.
Se trata de una parábola política en la que se plantea el voto en blanco como el único método de denuncia que nos queda ante la impotencia de que, como decía el propio Saramago,
podemos quitar a un gobierno y poner a otro, pero no podemos cambiar el Poder.
Saramago fue un gran defensor del voto en blanco:
«El sistema democrático —entre comillas— tiene una bomba, y la bomba es el voto en blanco. Un cambio democrático puede nacer del uso consciente, muy consciente, del voto en blanco. Eso sería darle un susto, un susto tremendo al sistema electoral. A mí me gustaría que la ciudadanía le diera un susto muy fuerte a la clase política con el voto en blanco. Así se tenga el 80% de abstención, el sistema seguirá funcionando, pero qué ocurriría, ¿qué haría un gobierno si se encuentra con un 80% de votos en blanco?» (*) 
En los lugares, casas, bares, tabernas, cafés, restaurantes, asociaciones o sedes políticas donde se encontraban votantes del partido de la derecha (pdd), del partido del medio (pdm) e incluso del partido de la izquierda (pdi), la comunicación del primer ministro fue ampliamente comentada, claro que, como es natural, de manera diferente y con matizaciones diversas...
Los más satisfechos(...) eran los del pdd, que, con aire de superioridad, entre guiños, se felicitaban por la excelencia de la técnica que el jefe había empleado, esa que ha sido designada con la curiosa expresión del palo y la zanahoria, predominantemente aplicada a los asnos y a las mulas en tiempos antiguos, pero que la modernidad, con resultados más que apreciables, reutiliza para uso humano. Algunos, tipo fierabrás y matamoros, consideraban que el primer ministro debería haber terminado el discurso en el punto en que anunció la declaración inminente del estado de excepción, que todo lo que dijo después estaba de más, que con la canalla sólo la cachiporra, que si nos ponemos con paños calientes vamos apañados, que al enemigo ni agua, y otras fuertes expresiones de similar catadura...
Ya los del pdm, como oposición que eran, y aunque estando de acuerdo en lo fundamental, es decir, la necesidad urgente de depurar responsabilidades y castigar a los autores, o conspiradores, encontraban desproporcionada la instauración del estado de excepción, sobre todo sin saber cuánto tiempo iba a durar, y que, en último análisis, no tenía sentido suspender derechos a quien no había cometido otro crimen que ejercer precisamente uno de ellos. Cómo terminará todo esto, se preguntaban, si algún ciudadano decide recurrir al tribunal constitucional, Más inteligente y patriótico sería, agregaban, formar ya un gobierno de salvación nacional con representación de todos los partidos, porque, existiendo realmente una situación de emergencia colectiva, no es con un estado de excepción como ésta se resuelve...
También los militantes del pdi sonreían ante la posibilidad de que su partido llegase a formar parte de un gobierno de coalición, pero, entre tanto, lo que más les preocupaba era descubrir una interpretación del resultado electoral que consiguiese disimular la brutal caída de votos que el partido había sufrido, puesto que, alcanzado el cinco por ciento en las últimas elecciones generales realizadas y habiendo pasado al dos y medio en la primera ronda de éstas, se encontraba ahora con la miseria de un uno por ciento y un negro futuro por delante. El resultado del análisis culminó con la preparación de un comunicado en el que se insinuaba que no habiendo razones objetivas que obligasen a pensar que los votos en blanco pretendían atentar contra la seguridad del estado o contra la estabilidad del sistema, lo correcto sería presuponer una coincidencia casual entre la voluntad de cambio así manifestada y las propuestas de progreso contenidas en el programa del pdi. Nada más, todo eso.
Hubo también personas que se limitaron a desenchufar el aparato de televisión cuando el primer ministro terminó y después, antes de irse a la cama, se entretuvieron hablando de sus vidas, y otras hubo que pasaron el resto de la velada rompiendo y quemando papeles. No eran conspiradores, simplemente tenían miedo.
Ensayo sobre la lucidez


Más que una apuesta clara por esta opción (que aún no lo tengo decidido), es un poco pediros la opinión, contrastar ideas, o quizá es que directamente quiero que me lo quitéis de la cabeza. Siempre me he resistido a votar en blanco, me cuesta, no sólo porque no valga para nada, sino que además beneficia al ganador. La única satisfacción era poder ver lo nerviosos que se ponen, lo poco que les gusta, mientras que la abstención siempre la han leído según sus intereses (...el hastío, el buen/mal tiempo, la "normalidad democrática"). En esta ocasión, por primera vez, existen alternativas que buscan un voto en blanco computable, como Escaños en blanco. Que si bien no lo tengo claro para el Parlamento, me parece la mejor idea para la desaparición de ese cementerio de elefantes que es el Senado.
R.E.M. - Drivepor Stella78