
M.Piccoli y B.Bardot en Le Mépris
Y para finalizar este recorrido por 50 años de «nouvelle vague», si me lo permitís, los mejores títulos de crédito de la Historia del Cine.
Orson Welles ya había hecho algo similar en El cuarto mandamiento, pero sin la reflexión metacinematográfica que pretendía Jean-Luc Godard: mientras él mismo va diciendo los principales créditos del film, vemos el rodaje y cómo el equipo va dirigiéndose hacia los espectadores, hasta que la cámara queda justo en primer plano frente a nuestros ojos, los ojos del espectador.
Señoras y señores, nos disponemos a ver Una Película.
Orson Welles ya había hecho algo similar en El cuarto mandamiento, pero sin la reflexión metacinematográfica que pretendía Jean-Luc Godard: mientras él mismo va diciendo los principales créditos del film, vemos el rodaje y cómo el equipo va dirigiéndose hacia los espectadores, hasta que la cámara queda justo en primer plano frente a nuestros ojos, los ojos del espectador.
Señoras y señores, nos disponemos a ver Una Película.
Le Mépris (Jean-Luc Godard, 1963)
Le Mépris, la primera película comercial de Godard, era una adaptación muy libre de la novela del mismo título de Alberto Moravia. En otras manos hubiera sido una superproducción estilo Hollywood; lo era, gran presupuesto, estrellas, Carlo Ponti quería a Sofía Loren, los productores americanos le impusieron a Brigitte Bardot (era ya un icono allí, y en Francia, después de Renault, quien más divisas proporcionaba al país). Para asegurar la taquilla le exigieron un desnudo de esos que la actriz había puesto de moda -osea, el culete-, que Godard para quitárselo de encima solventa en la primera secuencia, justo después de los créditos, y filmada con filtros de color que van variando, con lo que se pretende poner en evidencia aún más el artificio de lo que vamos a ver:
http://www.youtube.com/watch?v=v_m85eoa-8s


La historia de una triple de-construcción: la del objeto de deseo, y de las relaciones de pareja, el trayecto que va del deseo a la incomunicación, de cuando el amor se convierte en desprecio; y por último, es una reflexión sobre la evolución que ha sufrido el cine, desde los pioneros como Méliès, Porter o Griffith, que constantemente estaban creando lenguaje cinematográfico, al mero negocio en el que se ha convertido. Nada tiene que ver con el hecho cinematográfico que el productor quiera ver el culo de la estrella de moda.

«Las películas de Godard aún no han sido elevadas a la categoría
de clásicos u obras maestras... ...sus películas todavía no están embalsamadas, ni son inmortales ni inequívocamente «bellas». Conservan su capacidad juvenil de ofender, de parecer «feas», irresponsables, frívolas, presuntuosas, vacías. Los cineastas y espectadores siguen aprendiendo de las películas de Godard
y lidiando con ellas».
de clásicos u obras maestras... ...sus películas todavía no están embalsamadas, ni son inmortales ni inequívocamente «bellas». Conservan su capacidad juvenil de ofender, de parecer «feas», irresponsables, frívolas, presuntuosas, vacías. Los cineastas y espectadores siguen aprendiendo de las películas de Godard
y lidiando con ellas».
Susan Sontag, a finales de los 60, pero igualmente válido.
La película también es un homenaje a su admirado Fritz Lang, que se interpreta a sí mismo como un director de cine que prepara una adaptación de La Odisea, y sufre las exigencias de la maquinaria cinematográfica. (Le pasa a Godard en ese momento, y le pasó a Lang cuando abandonó Alemania para instalarse en Hollywood).
El desprecio también es una tragedia: una feliz pareja de recién casados entra en crisis cuando él, un escritor con vocación de dramaturgo, no puede rechazar la suculenta oferta de escribir un guión por parte de un productor americano, más interesado en hacer dinero y la mujer del guionista que en las preocupaciones estéticas del escritor y el propio Lang por hacer una buena adaptación de la obra de Homero.
(si en el personaje de Bardot queremos ver paralelismos con su relación personal con Anna Karina en ese momento, el interpretado por Jack Palance es una denuncia evidente de todo lo que tuvo que batallar con productores de tres países).
El desprecio también es una tragedia: una feliz pareja de recién casados entra en crisis cuando él, un escritor con vocación de dramaturgo, no puede rechazar la suculenta oferta de escribir un guión por parte de un productor americano, más interesado en hacer dinero y la mujer del guionista que en las preocupaciones estéticas del escritor y el propio Lang por hacer una buena adaptación de la obra de Homero.
(si en el personaje de Bardot queremos ver paralelismos con su relación personal con Anna Karina en ese momento, el interpretado por Jack Palance es una denuncia evidente de todo lo que tuvo que batallar con productores de tres países).

Pero lo más importante en el cine de Godard siempre es la reflexión sobre el propio acto de crear, la obra, y en este caso, la dificultad de asignar una autoría en un medio como éste donde interviene tanta gente. En la última secuencia de la película, vemos como el guionista desaparece cuando Lang se dispone a rodar un plano, y el propio Godard aparece como su ayudante de dirección. Esta escena resume a la perfección el espíritu de los chicos de Cahiers, la política de revisar lo hecho hasta ese momento, reivindicar lo válido, rechazar lo superfluo, y seguir investigando nuevas posibilidades. Como Ulises con su Itaca, Godard creía que más importante que la obra era el camino hasta llegar a ella, más importante el viaje (la construcción del guión y el rodaje) que el resultado final.

Penélope a la espera de su Ulises en Capri
«El desprecio es obra en proceso, texto inconcluso y recuento inabarcable de citas literarias y filosóficas. Es también una reflexión aguda sobre el propio lenguaje cinematográfico que deja tras de sí una profunda sensación de extravío. Es comprobación de que, ante el cine de Godard, nos encontramos siempre perdidos, sin señales de tránsito ni instrucciones de uso, más allá del placer de jugar, una vez más, con los juguetes del otro»
encontrado en RESONOCO. Una odisea en tierra de nadie. marfuerte@Estilos Radicales: GODARD, por Susan Sontag.
Fuera de Campo. Después de todo, por Serge Daney.
El Criticón. crítica de Tomás Soria.
http://www.luispita.com/2005/10/maniaticos-la-vida-sigue: Blog Mismilmanías.