Muchos han visto en Persona un ensayo sobre la identidad femenina.
E incluso la historia de una relación lésbica... Entre otras cosas, aborda cómo el ser humano, tras apropiarse de la conciencia de sí mismo, después de reflejarse en el río (mito de Narciso) y conocer su soledad y destino inexorables, pretende trascender mediante tres vías: el sexo, el arte y/o la religión –la creencia en un ente supremo y en la vida ultraterrena-.
Pero es imposible... cuestión ontológica (más que metafísica).
Y Bergman intenta explicarlo.
E incluso la historia de una relación lésbica... Entre otras cosas, aborda cómo el ser humano, tras apropiarse de la conciencia de sí mismo, después de reflejarse en el río (mito de Narciso) y conocer su soledad y destino inexorables, pretende trascender mediante tres vías: el sexo, el arte y/o la religión –la creencia en un ente supremo y en la vida ultraterrena-.
Pero es imposible... cuestión ontológica (más que metafísica).
Y Bergman intenta explicarlo.
(Es difícil superar esta crítica de Rebeca Baceiredo,
pero también yo quería homenajear a esta obra maestra de Ingmar Bergman) que ha supuesto todo un mazazo en esta última revisión.
pero también yo quería homenajear a esta obra maestra de Ingmar Bergman) que ha supuesto todo un mazazo en esta última revisión.
Todo son mentiras.
Son imitaciones.
Son imitaciones.
En el teatro de la Grecia y Roma clásicas Persona era la máscara que los actores se ponían en las representaciones, y por extensión, el rol que interpretaban: entre unos pocos actores se repartían todos los papeles, la máscara indicaba al público el personaje que cada actor representaba en cada momento. En Psicología se emplea el mismo término para referirse al rol que cada uno desempeña en la sociedad, el lugar que se ocupa en la estructura social. Carl G. Jung, recurriendo a esta etimología, define a la persona como “máscara de la personalidad”, todo lo que el individuo aparenta (SER) ante los demás.
¿Crees que no lo entiendo? El sueño imposible de ser. No de parecer, sino de ser. Consciente en cada momento. Vigilante. Al mismo tiempo, el abismo entre lo que eres para los otros y para ti misma, el sentimiento de vértigo y el deseo constante de, al menos, estar expuesta, de ser analizada, diseccionada, quizás incluso aniquilada. Cada palabra una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca.
¿Suicidarse? ¡Oh, no! Eso es horrible. Tú no harías eso.
Pero puedes quedarte inmóvil y en silencio. Por lo menos así no mientes. Puedes encerrarte en ti misma, aislarte. Piensas que así no tendrás que desempeñar roles, ni poner caras, ni falsos gestos. Pero, ¿ves?, la realidad es atravesada. Tu escondite no es hermético. La vida se cuela por todas partes. Estás obligada a reaccionar. Nadie pregunta si es real o irreal, si tú eres verdadera o falsa. La pregunta sólo importa en el teatro. Y casi, ni allí siquiera.
Te entiendo, Elisabeth. Entiendo que estés en silencio, que estés inmóvil, que hayas situado esta falta de voluntad en un sistema fantástico. Te entiendo y te admiro. Creo que deberías mantener este papel hasta que se agote, hasta que deje de ser interesante. Entonces podrás dejarlo, igual que poco a poco fuiste dejando los demás papeles...
Y al principio fue el Caos. Luego llegó el Verbo para con-fundirlo todo.
Lo real: nacer, morir, ...y poco más, mientras tanto, todo lo demás, palabras e imágenes. En el prólogo, vemos algunas imágenes fundadoras: el sexo, la religión (o la espiritualidad), el horror de la guerra, la muerte: unas manos de un niño que juegan, unas manos que mueren: cadáveres de ancianos en un hospital, y en lo que parece el mismo espacio, un niño piensa, lee un libro, se siente observado y se gira hacia nosotros, espectadores que le miramos, ¿...e intenta tocarnos?
Y se hizo la luz, pero la luz aquí sale del propio mecanismo del proyector. El cine -como el teatro, o cualquier otro tipo de representación- es una mentira en busca de una verdad. Persona nos habla de la constante y obsesiva búsqueda de la identidad, de la inevitable subjetividad, y como tal, ofrece multitud de interpretaciones. Una actriz se queda muda en medio de una representación de Electra: algo le sobresalta, como si hubiera descubierto algo; el lenguaje, por voluntad propia, se suspende en el acto; y sin dudarlo, decide bajarse del escenario (del teatro de la vida).
Lo real: nacer, morir, ...y poco más, mientras tanto, todo lo demás, palabras e imágenes. En el prólogo, vemos algunas imágenes fundadoras: el sexo, la religión (o la espiritualidad), el horror de la guerra, la muerte: unas manos de un niño que juegan, unas manos que mueren: cadáveres de ancianos en un hospital, y en lo que parece el mismo espacio, un niño piensa, lee un libro, se siente observado y se gira hacia nosotros, espectadores que le miramos, ¿...e intenta tocarnos?
Y se hizo la luz, pero la luz aquí sale del propio mecanismo del proyector. El cine -como el teatro, o cualquier otro tipo de representación- es una mentira en busca de una verdad. Persona nos habla de la constante y obsesiva búsqueda de la identidad, de la inevitable subjetividad, y como tal, ofrece multitud de interpretaciones. Una actriz se queda muda en medio de una representación de Electra: algo le sobresalta, como si hubiera descubierto algo; el lenguaje, por voluntad propia, se suspende en el acto; y sin dudarlo, decide bajarse del escenario (del teatro de la vida).
Por un lado, se nos cuenta la historia de dos mujeres (O ¿acaso son Alma y Elisabeth las dos caras de una misma personalidad?): Alma, la enfermera que se encarga de cuidar de la actriz, que encuentra en El silencio de Elisabeth a la interlocutora perfecta. Con ella se siente comprendida, escuchada, como si fuera su "alma" gemela, hasta que lee una carta que no debía y descubre lo que en realidad piensa la actriz de ella. Primero hay un re-conocimiento mutuo, una empatía cada vez mayor, hasta que se rompe El espejo, por utilizar otros títulos bergmanianos, y se manifiesta la imposibilidad de la comunicación con el otro, la revelación de la más absoluta soledad. En ese momento, la película se rompe: el proyector parece estropearse y algunos fotogramas se queman, se interrumpe la narración. Hasta ahora Bergman había pretendido la identificación plena entre los personajes, y de los personajes con el espectador, pero de este modo quiere que recuperemos la consciencia de que somos espectadores de una representación.
Pero la película continúa, como continúa la vida. Y como en el cine, los límites entre lo real y lo imaginario son más difusos de lo que queremos creer. Algo que el director sueco se propuso hacer deliberadamente en algunas escenas: la actriz parece acudir por la noche a la habitación de Alma, pero ella sorprendida lo niega: ¿está mintiendo o se trata de un sueño de la enfermera?
Finalmente, cuando llega el marido ciego de Elisabeth confunde a su esposa con Alma, quien asume sin mucha dificultad el rol de la esposa y se hace pasar por la actriz. Sólo así, intercambiando los papeles, descubriremos los pensamientos más íntimos de Elisabeth: sobre su difícil parto, las contradicciones entre su deseo de maternidad y su culpabilidad por traer una nueva Persona a este mundo terrible, que le han conducido a una depresión nerviosa. ¿O es la propia Elisabeth sin Máscara la que nos lo está contando? Vemos de nuevo el proyector, la película se rompe otra vez. Fundido en negro.
Finalmente, cuando llega el marido ciego de Elisabeth confunde a su esposa con Alma, quien asume sin mucha dificultad el rol de la esposa y se hace pasar por la actriz. Sólo así, intercambiando los papeles, descubriremos los pensamientos más íntimos de Elisabeth: sobre su difícil parto, las contradicciones entre su deseo de maternidad y su culpabilidad por traer una nueva Persona a este mundo terrible, que le han conducido a una depresión nerviosa. ¿O es la propia Elisabeth sin Máscara la que nos lo está contando? Vemos de nuevo el proyector, la película se rompe otra vez. Fundido en negro.
El prólogo de Persona contiene todas las claves para entender la película.