Coincidieron siendo muy niñas en El otro árbol de Guernica de Pedro Lazaga, adaptación de la novela autobiográfica de Luis de Castresana, que cuenta la historia de un grupo de niños vascos exiliados a Bélgica durante la Guerra Civil para estar a salvo de los bombardeos y los horrores de la guerra. Inma es Begoña, la hermana de Santi, el niño protagonista. Sandra es Montserrat, su primer amor.
Inma de Santis rodó su primera película con cinco añitos. La vimos crecer, y creció bien, entre horribles películas de Manolo Escobar o Julio Iglesias (La vida sigue igual) y las obras de teatro de Estudio 1. El otro árbol de Guernica fue la primera película de Sandra Mozarowsky, y quizá la más importante, porque su carrera posterior se limitó a enseñar cacha en los subproductos típicos del cine de destape de la época. A Inma no le interesó enseñar las tetas en este cine postfranquista, ni tan siquiera por exigencias del guión, como la mayoría de sus compañeras de profesión. Quiso entonces saltar al otro lado de la cámara y estudió Imagen en la facultad de Ciencias de la Información: fue script, guionista, realizó dos cortometrajes que fueron premiados en diversos festivales. Triunfaba en televisión como presentadora cuando fallece en un accidente en Marruecos, el todoterreno que ella misma conducía volcó en el desierto del Sahara. Tenía 30 años. Ambas compartieron también mismo final trágico. Sandra murió con sólo 18 años al caer desde el balcón de la terraza de su domicilio (mucho se especuló sobre las causas de su muerte, y el suicidio no era la más terrible de las teorías).
Inma de Santis, en una entrevista, sobre Sandra Mozarowsky:
—Conocí a Sandra cuando las dos éramos unas niñas, rodando El otro árbol de Gernica. Teníamos las dos 10 años. Recuerdo que para ella era una experiencia inolvidable porque era la primera película que hacía. Para mí no era la primera película. Recuerdo que nos divertíamos mucho haciéndola... Su accidente no ha sido más que una consecuencia de su obsesión por adelgazar, y quería adelgazar —aunque yo no creo que fuese gorda— porque el tipo de cine que se hace en este país te exige estas cosas... Sé que llevaba un régimen diría que casi bestial. Lo único que tomaba durante el día era un plátano y una taza de té. Después tomaba de esas pastillas para no tener apetito, más otras pastillas para animarse... así es fácil que pasen esas cosas, aunque sean accidentes involuntarios, pero provocados por las pastillas famosas. Admiraba en ella tanta entrega, pero no creo que el cine se merezca tanto.