Monday, November 20, 2006

God Save the Queen


El próximo 24 de noviembre se cumplen 15 años desde que nos dejara Freddie Mercury, voz y alma de Queen, víctima del SIDA. Como es muy posible que me ausente durante unos días, aquí os dejo este pequeño homenaje a uno de los más grandes.


The Show Must Go On


Annie Lennox y David Bowie - Under Presure
The Freddie Mercury Tribute Concert

Thursday, November 16, 2006

Soñadores

El amor no existe,
sólo existen las pruebas de amor

Jean Cocteau



Soñadores, la última película de Bernardo Bertolucci hasta la fecha, supone una evocación nostálgica del París revolucionario de mayo de 1968. El director de El conformista no pretende tanto la reconstrucción de un momento histórico como reflejar el espíritu de la época: un emocionante homenaje a un tiempo en el que toda una generación despertó una mañana con la esperanza de que un mundo distinto era aún posible.
Mathew es un joven norteamericano que estudia en París y conoce a los hermanos Isabelle y Theo en la Cinemateca Francesa. Los tres son cinéfilos y entablan amistad rápidamente. Los hermanos están tan entusiasmados con él que deciden invitarlo a su casa mientras sus padres están de vacaciones. Comienza entonces una relación más intensa, un viaje de iniciación y descubrimiento que marcará definitivamente sus vidas.

Para Bertolucci fueron tres las utopías que se dieron cita en 1968: la cinematográfica, la política y la sexual. La militancia política en las universidades, la cultura rock, la cinefilia y la revolución sexual coincidieron para generar un estallido que repercutió en el mundo entero.


Por un lado, la utopía cinematográfica, era un tiempo en el que la gente vivía por y para el cine. Es la idea romántica cinéfila de que el cine lo era todo: se discutía acaloradamente, se hacían debates. De entrada, es un film que cuenta con la complicidad de los cinéfilos.
Un cineasta es como un mirón, un voyeur. Es como si la cámara fuera la cerradura del cuarto de tus padres. Los espías y te das asco, te sientes culpable. Pero no puedes dejar de mirar. Convierte a las películas en crímenes. Y a los directores en criminales.

Los tres protagonistas se retan a adivinar escenas de películas, si fallan tienen que pasar una prueba y cada vez se prestan a penitencias más atrevidas. Isabelle obliga a su hermano a masturbarse frente a una foto de Marlene Dietrich, justo después de que ésta la imitara en una de sus películas. Después llegará el turno de Isabelle...

-Escucha esto, Matthew: "La diferencia entre Keaton y Chaplin es la diferencia entre prosa y poesía, entre la aristocracia y el vagabundo, entre la excentricidad y el misticismo. Entre el hombre como máquina y el hombre como ángel". Bonito, ¿verdad?
-Está bien, pero para mí no hay comparación posible.
-¿Porque Chaplin es incomparable?
-No, porque Keaton es incomparable.
-¿Crees que Keaton es mejor que Chaplin? Estás loco.
-No puedes negar que Keaton tiene más gracia. Incluso quieto es gracioso. Y se parece a Godard. Keaton es un auténtico cineasta. Chaplin sólo piensa en su actuación. ¡En su ego!
-Eso son gilipolleces. A veces pienso que los americanos no tenéis ni idea de vuestra cultura. Por eso no entendéis a Jerry Lewis. Escucha. Cuando Chaplin quería un plano precioso sabía hacerlo. Mejor que Keaton, mejor que nadie. ¿Recuerdas el último plano de "Luces de la ciudad"? El mira a la florista, ella le mira...Y ella antes estaba ciega, así que le está viendo por primera vez. Y es como si, a través de sus ojos, lo viéramos a él por primera vez. Charlie Chaplin, Charlot, el hombre más famoso del mundo. Y es como si nunca lo hubiéramos visto.



Por otro lado, la utopía política: era un momento en que existía la convicción de que las cosas podían cambiar. En febrero de 1968, Henri Langlois, director de la Cinemateque, es despedido. Este hecho es uno de los desencadenantes de las revueltas de mayo y será el único en el que participen nuestros protagonistas, donde se conocen; pero Bertolucci les saca literalmente de la revolución, abandonan la manifestación para encerrarse en su casa al margen de lo que está ocurriendo y aislarse del mundo.

-Escucha, Matthew. Eres un cinéfilo, ¿no?
¿Por qué no piensas en Mao como en un gran director haciendo una película con millones de actores? Esos millones de guardias rojos desfilando juntos hacia el futuro con su Libro Rojo en las manos. Libros, no armas. Cultura, no violencia. ¿No ves que sería una película épica preciosa?
-Supongo, pero... Es fácil decir libros, no armas. Pero no son libros. Es sólo un libro. Un único libro.
-Cállate, pareces mi padre.
-No, escucha, los guardias rojos a los que admiras llevan todos el mismo libro, cantan todos la misma canción, repiten las mismas consignas. En esa película épica, todos son extras. Eso me da miedo, me asusta. Siento decirlo, pero para mí existe una clara contradicción.
-¿Por qué?
-Porque... si creyeras lo que dices, estarías ahí fuera.
-¿Dónde?
-En la calle.
-No te entiendo.
-Sí lo entiendes. Ahí fuera pasa algo. Algo que podría ser muy importante. Algo que podría cambiar las cosas. Hasta yo lo veo. Pero no estás ahí fuera. Estás aquí conmigo, bebiendo vino caro, hablando de cine, hablando de Maoísmo. ¿Por qué? Dime por qué.
-Ya basta.
-Pregúntate por qué. Porque no me parece que te lo creas. Compras la lámpara de Mao y cuelgas los pósters, pero no... no creo que...
-Hablas demasiado. Vale.
-Theo, escúchame. Creo que prefieres... que prefieres... que la palabra "juntos" se refiera no a un millón, sino sólo a dos. O tres.



Y llegamos a la tercera utopía, la sexual, que es donde se juega principalmente la película: el despertar sexual de tres adolescentes y la experiencia sexual como fuente de conocimiento. La obra de Bernardo Bertolucci no podría entenderse sin dos figuras claves como Marx y Freud. Al igual que en Belleza Robada, aparca momentáneamente a Marx (quizá hasta su postergado y ambicioso proyecto de la tercera parte de Novecento que contaría la Historia de Europa de la segunda mitad del siglo XX), y como en El último tango en París o La luna habría que acercarse al texto desde un punto de vista freudiano. Unos hermanos mellizos, hijos de la burguesía, necesitan a alguien que les ayude a llevar a cabo sus fantasías. Isabelle usa a Mathew porque no puede hacer el amor con Theo, pero tampoco puede estar sin él. La escena de la bañera en que sus imágenes se muestran intercambiadas apunta en esa dirección. Isabelle tiene miedo de estar enamorada de Theo, pero también tiene miedo de separarse de él.
Es aquí donde la utopía sexual adquiere todo su protagonismo. La experiencia sexual como método de autoconocimiento y crecimiento. Por esta razón, el final de la película supone en cierta forma un triunfo: con la experiencia sexual consiguen romper ciertos tabúes como el incesto o la bisexualidad, y según Bertolucci, ya consiguen ser maduros. Al ser sorprendidos por sus padres (la Ley) Isabelle intenta suicidarse, pero el intento de suicidio, que también es un invento burgués,
es frustrado por una piedra que rompe uno de los cristales. Cuando los padres salen por la puerta la revolución entra por la ventana. Salen a la calle, los manifestantes cargan contra la policía y ésta contra aquellos. Theo se une a los cabecillas, Mathew intenta retener a Isabelle, pero se une a Theo, mientras Mathew se gira y da la espalda a la manifestación. Nuestros protagonistas culminan el viaje, han aprendido algo acerca de ellos pero también saben que es el final de esta relación a tres bandas.


Mi película favorita de aquel año. Un gran Bertolucci.

Sunday, November 12, 2006


El deseo
muere automáticamente cuando se logra;
fenece al satisfacerse.
El amor, en cambio,
es un eterno deseo insatisfecho.



El inquilino comunista - Lucy

Wednesday, November 08, 2006

Otra vez noviembre


Macy Gray - I try

I try to say good-bye and I choke
I try to walk away and I stumble
Though I try to hide it, it's clear
My world crumbles when you are not near
Good-bye and I choke
Try to walk away and I stumble
Though I try to hide it, it's clear
My world crumbles when you are not near

Trato de decir adiós y me ahogo
Trato de alejarme y tropiezo
Aunque trate de ocultarlo, está claro
Mi mundo se derrumba cuando no estás cerca

No me importa tu sexo, ni tu edad
ni tu raza, ni tu religión
(ni que estés casado...)

Sunday, November 05, 2006

Think

Aretha Franklin, Lady Soul, o la reina del soul, otra de las grandes damas que no podía faltar. La primera mujer que ingresó en el Rock'n'roll Hall of Fame, 12 millones de discos vendidos, y más de veinte números 1: Respect, I say a little prayer, Chain of fools, I never loved a man, Natural woman o Think. Un lujo para este blog.


Aretha Franklin en The Blues Brothers

Wednesday, November 01, 2006

Yukio Mishima


Kimitake Hiraoka nació en Tokyo en 1925 en el seno de una familia vinculada a la tradición de los samurais, pero desde que empezó a escribir adoptó el nombre de Yukio Mishima (Demonio Misterioso embrujado por la Muerte). Se educó con su abuela Natsuko que le introdujo en el gusto por el teatro y el interés por las letras. También se dice que fue ella quien influyó en su fascinación por la muerte. Cuando murió su abuela volvió con sus padres y pasó de una educación tiránica y sobreprotectora a una madre que le consentía todo. En 1943 ingresa en el ejército pero lo abandona debido a la tuberculosis. Se licencia en derecho y empieza a trabajar para el gobierno nipón pero abandona su puesto para dedicarse a la literatura.
Confesiones de una máscara, su primera novela, fue un escándalo y calificada como repugnante cuando se publicó en 1949. Es una novela semi autobiográfica en la que narra las luchas internas entre aceptar su homosexualidad y el deseo de querer ser igual que los demás, el deseo de amar que en un principio sólo concebía hacia las mujeres. De hecho, se casó en 1958 y tuvo hijos. Sorprenden los conceptos de confesiones y máscara ya desde el mismo título.


En este sentido, es esencial la escena del libro en la que contempla el cuadro de San Sebastián atravesado por dos flechas, marcará su carácter y anticipará su destino: la admiración a la belleza del cuerpo masculino, la fascinación por la sangre y la muerte, y finalmente el martirio y la autodestrucción como medios para alcanzar la belleza y la verdad. La representación de un joven casi desnudo atado con las manos a la cabeza a un árbol es una metáfora perfecta de las contradicciones entre admitir sus sentimientos homosexuales y seguir las rigídas normas sociales que imperaban en la cultura japonesa.


Fue un gran defensor de la cultura y tradición nipona, y consideraba que la decadencia moral y espiritual de occidente estaba destruyendo a la juventud japonesa. Por esta razón, intenta dar un golpe de Estado, junto a su grupo Tatenokai toma un cuartel del ejército donde se asoma al balcón y pronuncia su último discurso que fue incluso televisado. Tras el acto fallido Mishima y su compañero Masakatsu Morita se suicidaron mediante un seppuku, que resultó ser una auténtica chapuza. Aparte de que el propio Mishima no estuvo muy acertado en el momento de la espada, su kaishaku (asistente) tuvo que hacer hasta tres intentos para decapitarlo. Posteriormente, Masakatsu Morita intentó realizar su propio seppuku. Sus cortes fueron tan poco profundos que pidió a Hiroyasu Koga que realizara la decapitación.

He encontrado en YouTube este video tributo sobre la muerte de Yukio Mishima.

Confesiones de una máscara


Un día aprovechando que un resfriado leve me había impedido ir a la escuela, cogí unos cuantos volúmenes de reproducciones de obras de arte que mi padre había traído como recuerdo de sus viajes por tierras extranjeras, y los llevé a mi dormitorio, donde las examiné atentamente.(...)
Fue la primera vez que vi esos libros. Mi tacaño padre, llevado por el temor de que unas manos infantiles tocaran y mancharan los grabados, y temiendo asimismo -¡y cuán erróneamente!- que me sintiera atraído por las mujeres desnudas, había mantenido aquellos libros ocultos en los más profundos rincones de una alacena. (...)
Comencé abriendo un volumen por una de sus últimas páginas. Y de repente ante mi vista apareció, en un ángulo de la página siguiente, un cuadro que me causó la ineludible impresión de que había estado allí, esperándome, para que yo lo viera.
Era una reproducción del San Sebastián de Guido Reni que se encuentra en la colección del Palazzo Rosso de Génova.


El negro y levemente inclinado tronco del árbol de la ejecución destacaba sobre un fondo a lo Tiziano, formado por un bosque melancólico y un cielo sombrío y distante. Un joven de notable belleza estaba, desnudo, atado al tronco del árbol. Tenía las manos cruzadas en alto, por encima de la cabeza, y las cuerdas que le ceñían las muñecas estaban a su vez atadas al árbol. No se veían más ligaduras, y la desnudez del joven sólo la paliaba un burdo paño blanco, flojamente anudado a la altura de las ingles.(...) En el cuerpo del joven -que recordaba el de Antínoo, el amado de Adriano, cuya belleza tantas veces ha inmortalizado la escultura- no se veían rastros del duro vivir o de la decrepitud que en tantas representaciones de santos se ven. Contrariamente, en aquel cuerpo sólo había juventud primaveral, luz, belleza y placer.
Su blanca e incomparable desnudez resplandece sobre el fondo crepuscular. Sus brazos musculosos, brazos de guardia pretoriano acostumbrados a tensar el arco y a blandir la espada, están alzados en grácil ángulo, y sus muñecas atadas se cruzan inmediatamente encima de la cabeza. Tiene la cabeza levemente alzada y los ojos abiertos de par en par, contemplando con profunda tranquilidad la gloria de los cielos. No es dolor lo que emana de su terso pecho, de su tenso abdomen, de sus caderas levemente inclinadas, sino una llama de melancólico placer, como el que produce la música. Si no fuera por las flechas con la punta profundamente hundida en el sobaco izquierdo y en el costado derecho, parecería un atleta romano descansando de su fatiga, apoyado en un oscuro árbol de un jardín.
Las flechas se han hundido en la carne tersa, fragante y juvenil, y pronto consumirán el cuerpo, desde dentro, con llamas de supremo dolor y éxtasis. Pero la sangre no mana, y no hay aún la multitud de flechas que se ven en otras representaciones del martirio de san Sebastián. Esas dos solitarias flechas proyectan sus calmas y gráciles sombras en la tersura de su piel, como las sombras de una rama en una escalinata de mármol. Pero todas estas observaciones e interpretaciones son posteriores.


Aquel día, en el instante en que mi vista se posó en el cuadro, todo mi ser se estremeció de pagano goce. Se me levantó la sangre y se me hincharon las ingles como impulsadas por la ira. Aquella parte monstruosa de mi ser que estaba a punto de estallar esperó que la utilizara, con un ardor sin precedentes, acusándome por mi ignorancia, jadeando indignada. Mis manos, de forma totalmente inconsciente, iniciaron unos movimientos que nadie les había enseñado. Sentí que algo secreto y radiante se elevaba, con paso rápido, para atacarme desde dentro de mí. De repente estalló y trajo consigo una cegadora embriaguez...
Pasó cierto tiempo y, luego sintiéndome desdichado, miré alrededor de la mesa escritorio tras la que me hallaba. Un arce que crecía junto a la ventana proyectaba sobre todas las cosas un resplandeciente reflejo, lo proyectaba sobre un tintero, sobre mis libros escolares y mis apuntes, sobre el diccionario, sobre el cuadro de san Sebastián. Había salpicaduras blancas como las nubes en todas partes, en el título de letras doradas de un libro de texto, en el cuello del tintero, en un ángulo del diccionario. En algunos objetos las salpicaduras resbalaban perezosamente, con plúmbea pesadez, en otros lanzaban un brillo mate, como los ojos del pescado. Afortunadamente, mi mano, en movimiento reflejo, protegió el cuadro, evitando que el libro se manchara.
Esa fue mi primera eyaculación. Y también fue el principio, torpe y totalmente imprevisto, de mi “vicio”.
Yukio Mishima