No podemos devolverles la vida
pero al menos podemos evitar que los maten de nuevo
con el olvido.
Han sido necesarios 75 largos años para poder desenterrar una historia que todos conocíamos y que muchos hubieran preferido —lo intentaron— que permaneciera en el olvido. El 26 de noviembre de 1936 las tropas fascistas entraron en el pueblo de mi padre y se llevaron a su abuelo de su casa, por la fuerza y sin resistencia, junto a otros paisanos suyos y de otros pueblos de alrededores. Su único delito: votar izquierdas en las elecciones de 1936, porque creían que defenderían mejor sus intereses de agricultores. Por la noche los trasladaron en un camión hasta un pueblo cercano donde fueron fusilados y tirados a una fosa común. Desde el primer momento se supo el lugar exacto: hubo un superviviente que salió como pudo cuando se fueron los asesinos, volvió al pueblo, contó lo ocurrido y se fue al exilio para siempre. Y, hoy por fin, gracias a la Ley de Memoria Histórica promulgada por este Gobierno y la Sociedad de Ciencias Aranzadi, hemos podido abrir la fosa para exhumar los 24 cadáveres que han aparecido. Junto a zapatos, botones, hebillas o dentaduras postizas, objetos normales que suelen aparecer en la mayoría de ellas, se han encontrado casquillos de bala que hacen suponer que fueron asesinados allí mismo. Paco Etxeberria, que ha trabajado en más de un centenar de fosas comunes de la Guerra Civil, ha destacado que no es habitual que los cuerpos tengan las manos atadas a la espalda.
“Uno de los hijos de un hombre asesinado aquí nos ha dicho que vino a la fosa en 1937 con su madre, viuda, a poner unas flores y que fueron apedreados por los fascistas del pueblo. Otro familiar dice que en su casa siempre ha escuchado que a su tía le hacían barrer la plaza del pueblo para humillarla y que, una vez, en la fiesta del pueblo, mientras sonaba la música, a las mujeres y a las hijas de los represaliados las pusieron en la plaza y les raparon la cabeza. “No fue sólo el matar, fue el asedio, el miedo que se les impuso a todos, el vivir en el silencio y la imposición del olvido”.
Como cuenta Ana, son éstas algunas de las historias que siempre escuché en mi casa. Mi abuela, sus hermanas y su madre sufrieron las mismas torturas, mientras se llevaban a su padre y marido con rumbo incierto. Más paseíllo que viaje. Recuerdo de niño ir con ella y mi padre cada 1º de noviembre a depositar un ramo de flores sobre la hierba de un prado. Junto a otros ramos de flores, sin lápidas, monumentos u otras señales. Cada año menos ramos, menos gente... Mi abuela sólo dejó de acudir a aquel pastizal cuando perdió la memoria. Con este gesto, el penúltimo de este interminable episodio familiar, sus hijos y nietos queremos devolverle la memoria, la histórica. Mi abuela hoy sería la mujer más feliz del mundo. Pienso mucho en ella estos días. Se murió sin poder ver cumplido su deseo.
Durante la Guerra Civil española, cerca de 200.000 hombres y mujeres fueron asesinados lejos del frente, ejecutados extrajudicialmente o tras procesos poco legales. Murieron a raíz del golpe militar contra la Segunda República de los días 17 y 18 de julio de 1936. Por esa misma razón, al menos 300.000 hombres perdieron la vida en los frentes de batalla. Un número desconocido de hombres, mujeres y niños fueron víctimas de los bombardeos y los éxodos que siguieron a la ocupación del territorio por parte de las fuerzas militares de Franco. En el conjunto de España, tras la victoria definitiva de los rebeldes a finales de marzo de 1939, alrededor de 20.000 Republicanos fueron ejecutados. Muchos más murieron de hambre y enfermedades en las prisiones y los campos de concentración donde se hacinaban en condiciones infrahumanas. Otros sucumbieron a las condiciones esclavistas de los batallones de trabajo. A más de medio millón de refugiados no les quedó más salida que el exilio, y muchos perecieron en los campos de internamiento franceses. Varios miles acabaron en los campos de exterminio nazis. Todo ello constituye lo que a mi juicio puede llamarse el «holocausto español»
Paul Preston
«…Buitres sobrevolando las simas
donde despeñaban a los "enemigos de la patria", como esa de Otxaportillo,
donde tirabas una piedra y salían miles y miles de moscas»
Marino Ayerra
El Balcón de Pilatos de Otsaportillo, en la Sierra de Urbasa, es tristemente famoso porque durante la Guerra Civil las tropas sublevadas contra el Gobierno de la República lo utilizaron para tirar desde allí a muchos navarros, guipuzcoanos y riojanos, vivos o muertos. Pero nunca escuché hasta ahora que Las Cuevas de Ojo Guareña (Burgos), a las que tantas veces fui de niño y no tan niño —No hace mucho que asistí a una boda en su ermita—, sirvieron para el mismo fin: acabar con la vida de cientos de personas, que fueron arrojadas al vacío como despojos humanos.
El cura de la zona ordenó vaciar la sima a principios de los 50, por el olor, las moscas, ...y la vergüenza. Aunque en un primer momento se trasladaban en tren, el olor era tan insoportable que se terminó haciendo en camiones que llevaron cientos de cajas de huesos a "La huesera", una empresa alemana sita en Baracaldo (Vizcaya) donde se reciclaron como abonos y pegamentos. Las Simas de Dolencias.
«A los pocos, poquísimos, eclesiásticos que no compartíamos el apostólico ardor (…) nos miraban de reojo, nos recelaban, nos eludían y odiaban como a vendidos y claudicantes, que traicionábamos simultáneamente a la Religión y a la Patria»
Estas palabras son de Marino Ayerra, el famoso sacerdote de la población navarra de Alsasua, de su libro No me avergoncé del Evangelio. En esa tierra pudo comprobar desde el principio el "apostólico ardor" con que sus hermanos en Cristo apoyaron el golpe militar, su conversión en Cruzada y la implicación sangrienta del clero en la represión y persecución de los rojos. Todo eso es lo que cuenta el libro, un relato estremecedor de denuncia del abuso político de la religión....
Marino Ayerra nació en Lumbier en 1903. El mejor estudiante de Teología de Pamplona, fue profesor y había estado en Roma. Como cura de Alsasua entre 1936 y 1939 fue testigo directo de la represión sufrida allí. Gracias a su intervención se salvaron muchas vidas, dio consuelo a las muchas viudas y huérfanos del pueblo. Don Marino fue uno de los poquísimos clérigos navarros que lucharon en la medida de sus posibilidades por dejar constancia de lo que estaba sucediendo: fue de los pocos que se atrevió a bendecir las fosas, y gracias a ello, y a las largas caminatas que se daba monte arriba, pudo dibujar mapas de los lugares exactos de los enterramientos. Fue denunciado, perseguido, pero la puntilla se la da Pío XII el 16 de abril de 1939: «Nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la católica España, para expresaros nuestra paternal congratulación por el don de la paz y la victoria con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad». Se va a Uruguay, pero deja el sacerdocio a los pocos meses. En Argentina fue peluquero y traductor de latín y griego. Se casó y tuvo dos hijas. Allí escribió sus memorias, No me avergoncé del Evangelio (Buenos Aires, 1958), una de las principales fuentes para conocer el papel desempeñado por la Iglesia Católica en Navarra durante la Guerra Civil. Nunca regresó a España.
«Y ahora resulta que no ya sólo los obispos españoles, sino la Santa Sede ha estado bendiciendo y alentando 'desde sus albores' todo esto... Entonces sí, entonces ya todo se explica. Todo menos las palabras de Cristo. Todo menos lo que estúpidamente he estado predicando toda mi vida yo, por creerlo doctrina evangélica, por creerlo la buena nueva».
Helena Taberna, sobrina del recordado cura de Alsasua, era adolescente cuando leyó sus memorias aún clandestinas, y ya nunca pudo quitarse de la cabeza su historia. Las mujeres del pueblo se le acercaban para agradecerle los favores que su tío había hecho durante la Guerra. Estaba obsesionada con llevar al cine su biografía. En 1995 fue imposible ¡por permisos eclesiásticos!, pero no ha parado hasta lograr ponerla en pie. Encantada que coincida precisamente con este momento histórico—judicial. Es una historia sobre guerra y religión. Es un homenaje a Don Marino, su tío, y una crítica al papel que jugó la Iglesia durante la Guerra Civil (Hubo dos Iglesias como hubo dos Españas), pero ante todo, para la directora «La Buena Nueva gira en torno a la recuperación de la memoria histórica, desde un punto de vista humano y emocionante. Mi intención no es apuntar a los culpables, sino rendir un recuerdo sanador y poético a los que perdieron la guerra».
«¿No está bastante llorada ya nuestra común y dolorosa tragedia? No. No lo está. Ni lo estará mientras quienes deben llorar no lloren, y sus lágrimas de sincera y cristiana contrición no se purguen y se lave la mancha inferida, más que a España, a la Iglesia misma...»
Marino Ayerra
Miguel (Unax Ugalde) es un clérigo que recién llegado de Roma es designado párroco de un pueblo de mayoría socialista dos días antes del golpe militar de 1936: Alzania (en la ficción Alsasua, rodada en Leitza). Desde el inicio de la guerra, el pueblo es ocupado por los falangistas, con la complicidad de los carlistas y la jerarquía eclesiástica. Se suceden los fusilamientos, los cadáveres se amontonan en las cunetas, sus parroquianos se echan al monte y los que quedan viven amenazados. Asombrado primero, después decepcionado e impotente...
La película está basada en hechos históricos, pero no es un documento histórico. No debe, por lo tanto, contrastarse con las investigaciones históricas detalladas sobre la Iglesia católica y su implicación sangrienta en la Guerra Civil. La fuerza que transmiten sus imágenes, sin embargo, la forma de abordar el tema, es extraordinaria y merece ser conocida y debatida. Según muchos testimonios, que Helena Taberna recoge a través de Ayerra, en Navarra fueron los curas quienes iniciaron en muchos casos los preparativos conspiratorios, los primeros en enrolarse en las milicias para secundar la sublevación de los militares contra la República. Helena Taberna recrea esa atmósfera de ardor patriótica y religiosa, con los carlistas alborotados ondeando los banderines del requeté. También era frecuente ver a miembros del clero «con su fusil al hombro, su pistola y su cartuchera sobre la negra sotana», como lo describió Marino Ayerra. Es una imagen propia de la Vieja Castilla, de Alava, pero sobre todo de Navarra, el escenario en que Helena Taberna sitúa su película.
«fue en España donde mi generación aprendió que se puede tener razón y ser derrotado, golpeado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa»
«No sé qué me pasa, mi vida da vueltas en mi cabeza»
«Lola Montes: la bailarina española», que en realidad era irlandesa, fue la cortesana más conocida de toda Europa. Su vida fue de todo menos aburrida: con 16 años, huyendo de su madre, se casa con un teniente del ejército británico que abandona cinco años después en India; regresa a Londres, donde debuta como bailarina profesional con el nombre de Lola Montez. Cuando empieza a ser conocida —especialmente entre los hombres—, sobre todo por su belleza y sus habilidades fuera de la escena, llegan rumores hasta Inglaterra de su matrimonio. Cuando salta el escándalo, deja Londres y se establece en París, donde es aceptada por la bohemia del momento gracias a la escritora George Sand y Franz Liszt, uno de sus más célebres amantes. En 1846 va a Munich, pero antes de estrenar su espectáculo es despedida por escándalo. Lola, ofendida, va a palacio a pedir explicaciones al Rey. La leyenda dice que coge unas tijeras, destroza el vestido y le muestra sus pechos desnudos.
—¿Que no soy clásica? Pero ¿qué significa? Clásica, clásica... ...Claro, como no estoy nada mal, inventan cualquier cosa. No puedo ir por ahí desnuda. Yo que me pongo vestidos cerrados para que me hagan seria. —Cuánta mala intención. —Porque sí, estoy muy bien hecha. . . . . . . . . . . —Traigan una aguja e hilo.
Sale de palacio con un contrato en la mano para actuar en el mejor teatro de Munich y como la amante de Luis I de Baviera. Un año más tarde consigue el título de Condesa de Landsfeld, algo que fue muy impopular entre los bávaros y una de las causas de la Revolución de 1848, que obliga al Rey a abdicar y a Lola abandonar Baviera.
En 1851 se traslada a EEUU con la intención de volver a empezar. Se instala en California, coincidiendo con la fiebre del oro: pone en pie su propio espectáculo, y otra vez tendrá ambiciones políticas. Al final de su vida se dedica a ayudar a pobres chicas jóvenes como ella. Durante los dos últimos años de su vida vive como indigente por las calles de Nueva York. Muere de una neumonía con 40 años aprox.
Retrato de Lola Montes, de Joseph Karl Stieler, pintor al servicio de Francisco I de Austria y Luis I de Baviera. En el film, Wisböck, el pintor más lento de la corte, contratado por el Rey para poder retener a Lola el mayor tiempo posible.
«No soy un fenómeno de feria. Su oferta no me interesa»
—Soy un hombre de circo. Yo encontré a la mujer de tres cabezas y al único elefante que sabía tocar Sur le pont d'Avignon al piano. En Nueva York, nos encerramos y actuamos durante 4 semanas con los dos anarquistas que mataron al sultán de Egipto. Y en San Francisco, cinco semanas y media. Sólo son detalles, pero le permitirán entenderme mejor. —¿Qué desea? —Contratarla. Estuve ayer en el teatro. —¿Le gustó? —No. No sabe usted bailar. Pero sabe escandalizar y enloquecer al público. Salta a la vista. En el mundo entero el escándalo es oro. Y en América, no hay limites. Venga conmigo. La venderé muy caro a Barnum, a Buffalo, por todo el mundo. La mujer más escandalosa del mundo. El mayor espectáculo de escándalos. Usted los interpretará, los bailará si quiere. Si no hay suficientes para una noche, los inventaremos. Mostraremos todo cuanto una mujer siempre deseó hacer, pero nunca se atrevió. ...Deje de moverse. Tranquilícese... El talento no me interesa. No es para verla bailar por lo que la gente va al teatro, sino para verla a la salida. Es usted bella, increíblemente bella. —Yo no soy, como piensa, una máquina de escándalos. Hago lo que me apetece. Eso es todo. —Eso mismo pensaba el elefante. Al final, aprendió a tocar el piano. Ahora le encanta la música. —No soy un fenómeno de feria. Su oferta no me interesa. —Perfecto. Pero sigue en pie. Este es el contrato. Se lo dejo aquí. Ya sabe dónde encontrarme. Para bien y para mal.
Pero, tanto en la película de Max Ophüls como en la biografía novelada e imaginada por Cecil Saint-Laurent en la que se basa Lola Montes (novela inédita hasta 1972), la que fuera amante de los hombres más importantes de su época, la que tocó poder con sus manos, al final de sus días —enferma y arruinada— se ve obligada a trabajar en un circo de New Orleans donde cualquiera puede preguntar por 25 centavos cualquier cosa sobre su vida privada. La película toma como punto de partida una ficción sobre una de las muchas leyendas que corrían sobre su vida. Parece que sí fue cierto que el mayor empresario circense, Phineas T. Barnum, le ofreció formar parte de su circo, oferta que ella rechazó, y que se resolvió con un cruce de insultos en la prensa de la época.
...Señoras y señores... esta es la verdad sobre la extraordinaria vida de Lola Montes. ...Doce cuadros vivientes interpretados por la compañía: con pantomimas, acrobacias, con música y baile, y nuestra orquesta al completo.
El circo como metáfora de la memoria: Lola Montes (Martine Carol) es la protagonista de la función, pero el Maestro de Ceremonias (Peter Ustinov) ordena el espectáculo. La realidad como espectáculo: mientras el jefe del circo va desgranando con todo lujo de detalle los amores y escándalos de Lola, ella ejecuta pequeñas acrobacias que escenifican los episodios más importantes de su vida.
«Lola, queriendo hacerse un nombre, entendió que no era cuestión de mantener una buena reputación. Los rumores, el escándalo, las emociones, fue lo que escogió para causar sensación»
El Maestro de Ceremonias promete al público el número “más sensacional del siglo: el espectáculo, la emoción, la acción, la Historia”… Lola que ha sido una depredadora, que ha llegado a tocar el cielo, ahora tiene que lanzarse al vacío sin red: las fieras ávidas de carroña están ahora abajo esperando a la presa. Verdugo y víctima en este carnaval grotesco de la sociedad del espectáculo. Como ella, también Ophüls. Al mismo tiempo pretende hacer una crítica al culto de la celebridad y a su mercantilización, tuvo muy en cuenta los rumores de las revistas de cine de la época, las historias que circulaban sobre la vida privada de Judy Garland o Zsa Zsa Gabor. Critica el triunfo de un estilo, el de la vulgaridad, responsable tanto el público como aquellos que hacen cine como un negocio.
«La Condesa es la primera mujer de Europa que fuma puros. Naturalmente, como la mayoría de la aristocracia cubana fuma: 'El caballero dorado'. Cuyas diez variedades se venden en el teatro. Delicioso.»
Cae el telón... Ascensión y caída de Lola, que al final de la película se nos presenta como un fenómeno, encerrada en una jaula. Los hombres que lo deseen, sólo los mayores de dieciséis años, pueden acercarse para besarle la mano. "Un recuerdo inolvidable por tan sólo un dólar": lo que a un rey le costó su reino, el público puede tenerlo un instante por un único dólar..
Esta historia pertenece exclusivamente al Circo Mammuth. Toda reproducción está prohibida.
Tráiler
La última película del siempre elegante Max Ophüls fracasa en su estreno en Francia. El público, sus propios productores -que la masacraron en la sala de montaje- y gran parte de la crítica, ni comprendieron ni respetaron su trabajo. La retiran de la cartelera, se suprimen algunas escenas y se vuelve a montar la historia en orden cronológico, eliminando su intención de contar la historia en flashbacks. En 1956, para el estreno en EEUU, el metraje se vio reducido de 115 a 75 minutos. Existen diferentes versiones con metrajes y doblajes distintos. Fueron tantos los abusos contra su obra que llegó a renunciar a su autoría. Son muchos los que piensan que los disgustos que tuvo con la película aceleraron su muerte en 1957. En 1968 se estrena tal como se concibió. Es una obra maestra.
En 2008 la Cinemateca francesa restaura una copia en 2008, en maravilloso Cinemascope, y recuperando el color original que se buscaba durante el rodaje. Es la única película en color de su filmografía, que se utiliza como un recurso narrativo importante: predomina el uso de los azules y rojos, que sirven para enfatizar los sentimientos y distintos estados de ánimo del personaje.
No es frecuente en la Historia del Cine que varios directores, ante todas estas injusticias, se pongan de acuerdo en redactar un texto en apoyo de una obra y su creador:
"Lola Montes supone una aventura nueva, audaz y necesaria; es un film muy importante que llega justamente en el momento en que el cine precisa, con urgencia, un cambio de aires. Hemos oído decir: no le gusta al público y las películas se hacen para el público... Por otra parte, al no parecerse Lola Montes a lo que vemos habitualmente en las pantallas, es normal que el público pueda sentirse perplejo. Nos preguntamos si los espectadores que entran ya en la sala desorientados por tantas voces discordantes tendrán el valor, si la película les gusta, de manifestarlo abiertamente. Creemos que, ante todo, Lola Montes es un acto de respeto hacia el público, a menudo maltratado con espectáculos del más bajo nivel, que alteran su gusto y su sensibilidad. Esta película no es un divertimento. Hace reflexionar, pero creemos que el público también quiere pensar. ¿Por qué un hombre puede apreciar un libro de una cierta calidad y rechazar un film de esa misma altura? Defender Lola Montes supone defender el cine en general, ya que todo intento serio de renovación es un bien para el cine y para el público".
R.Rossellini, J.Becker, J.Cocteau, J.Tati, entre otros... (Le Fígaro, París, 5 de enero de 1956).
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Somos los libros que hemos leído, las películas que hemos visto, las canciones que amamos. Somos nuestros amigos y nuestros maestros. Los viajes que hicimos y los amores que tuvimos. Somos en un espacio y en un tiempo.....
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