El programa del Frente Popular empezaba con estas palabras: «La República concebida por los partidos que forman el Frente Popular, no es una república regida por motivos sociales o económicos de clase, sino un régimen de libertad democrática, inspirado en razones de interés público y progreso social».
«Aunque el otoño de la Historia cubra vuestras tumbas con el aparente polvo del olvido,
Jamás renunciaremos
ni al más viejo de nuestros sueños»
Miguel Hernández
Estoy cansada de no saber dónde morirme. Esa es la mayor tristeza del emigrado. ¿Qué tenemos nosotros que ver con los cementerios de los países donde vivimos? [...]
¿No comprendéis? Nosotros somos aquellos que miraron sus pensamientos uno por uno durante treinta años. Durante treinta años suspiramos por nuestro paraíso perdido, un paraíso nuestro, único, especial. Un paraíso de casas rotas y techos desplomados. Un paraíso de calles desiertas, de muertos sin enterrar. Un paraíso de muros destruidos, de torres caídas y campos devastados [...] Podéis quedaros con todo lo que pusisteis encima. Nosotros somos los desterrados de España [...] Dejadnos las ruinas. Debemos comenzar desde las ruinas. Llegaremos.
Con esta cita da comienzo
El corazón helado, la novela definitiva sobre la Guerra Civil española de
Almudena Grandes. Por fin me he animado a hincar el diente a la historia de estas dos familias, que sirven a Almudena para hacer un recorrido por la Historia más reciente de este país, la República, la contienda, la dictadura y el exilio, las dos Españas y el conflicto de las nuevas generaciones con la memoria.
Bajaban por Alcalá y bajaban por la Gran Vía, uniformados, peinados, pisando fuerte con sus botas, indemnes al sol y al fuego de las calles, y a cualquier inquietud, a cualquier preocupación, al miedo, porque habían ganado la guerra y eran los amos de la vida y de la muerte, de la ley y de la fuerza, de las cárceles y de los paredones, del cielo y de la tierra. Porque para eso habían acertado, pensó Julio, mientras a su alrededor los peatones corrían al borde de la acera para levantar el brazo, o en dirección contraria para ganar unos instantes de paz precaria, insuficiente, en las callejas oscuras o en los túneles del metro. Todo el mundo corría, hacia un lado y hacia el otro, pero él se quedó quieto...
Para él, España no era un país, sino un contratiempo, una anomalía que cambiaba de forma, de naturaleza, según las fechas y las circunstancias, como una enfermedad congénita, capaz de brotar y de desaparecer ella sola, o un grano rebelde que, sin picar mucho, tampoco deja nunca de resultar molesto. Ignacio Fernández Salgado, que nunca había estado en España, ya estaba harto de España, harto de la tortilla de patatas y de las sevillanas, de los villancicos y de los refranes, de Cervantes y de García Lorca, de los mantones y de las guitarras, de Fuenteovejuna y del Tenorio, del cerco de Madrid y del Quinto Regimiento, de comer uvas en Nochevieja y de levantar en el aire una copa de champán para escuchar siempre las mismas palabras, el año que viene en casa.
-¿Tú eres republicano? -y la niña rica del pueblo que había crecido sola entre olivares antes de vivir su traslado a un colegio de monjas de Jaén como una aventura incomparable, sintió un escalofrío en la espalda al pronunciar esa palabra ardiente y afilada, prohibida, clandestina.
-Sí -él contestó con mucha naturalidad, sin embargo.
-¿De verdad? -insistió, y le hizo sonreír.
-De verdad.
-¡Ah! -María sonrió a su vez, se quedó quieta, dejó que él se acercara-. ¿Y por qué?
-Porque creo que todos los hombres somos iguales -ella se dio cuenta de que estaba hablando en serio aunque la expresión de su cara siguiera siendo risueña-. Porque creo que todos deberíamos tener los mismos derechos. Porque lo que está pasando en Africa me da vergüenza. Porque no es justo que los pobres mueran como moscas mientras los ricos pagan para librarse de ir a una guerra que sólo les beneficia a ellos. Porque este país está mal hecho y hay que volver a hacerlo entero, de arriba abajo.
Almudena Grandes
¡A por la Tercera!
Rolling Stones - Start Me Up
por baltanar